jueves, 31 de enero de 2008

“Cuando se trata de finanzas y citas… ¿por qué seguimos invirtiendo?”

Aunque de buena fuente sepamos que el mercado está saturado y en crisis, ¿por qué seguimos arriesgando nuestro más preciado artículo? ¿Por qué creer que algún consumidor se atreverá a realizar la transacción?... ¿qué tan bueno es el seguir creyendo en este negocio? Ya sea por amigos cercanos, familiares, incluso en la televisión es de nuestro conocimiento que en ese negocio llamado amor muchos salen en bancarrota...otros ganan más de la cuenta…y unos más desafortunados ni siquiera están interesados en invertir para saber si de verdad hay ganancias o perdidas brutales.

Sin embargo seguimos en el mercado…con la pequeña (o grande en nuestros subconscientes) esperanza de que alguien allá afuera estará interesado en nuestro producto y lo consumirá, quizá sólo para probarlo y desecharlo sin el menor cuidado, o porque algo dentro del cliente le dicta que ese es el indicado para él… Uno como comerciante también tiene el derecho de decidir a quien venderle, ¿ no?; con quién negociar e incluso a quién darle una buena oferta. ¿Pero cómo saber si a quien le damos la mejor facilidad de pago es el inversionista correcto?. Algunas veces, ya sea porque la negociación fue impecable o nuestro sexto sentido nos dicta que tal o cual comprador es el indicado para cuidar y llevarse a su casa nuestro artículo valioso, decidimos estrechar la mano e incluso poner los papeles en la mesa para firmar y cerrar la permuta. La terrible sorpresa desvanece nuestra actitud optimista por realizar la transacción cuando al consumidor se le olvidó su tarjeta, quiso checar precios en el establecimiento de enfrente o simplemente se arrepintió en el último momento.

Este es el momento para checar qué andaba mal, si las ofertas de la competencia son mejores o qué se le puede brindar como bono al cliente por comprar en nuestra empresa. Sin embargo…los artículos a la venta son parecidos, pero no iguales. No pueden competir los unos con los otros. Cada uno ofrece funciones diferentes, es mayor o menor en tamaño, forma e incluso fondo…pero no mejor ni peor, eso nunca. Tal vez por eso la insistencia en seguir arriesgando nuestra mercancía…porque sabemos que si a un cliente no le satisfizo, otro quedará fascinado y sin titubear realizará la compra. Es cuando entra la famosa regla de la “oferta y la demanda”…así como hay muchos vendedores, hay muchos compradores. Todo es cuestión de tiempo.

El aún tener la firme creencia en la negocio del amor mantiene mi establecimiento abierto, a la expectativa de cómo, cuándo y qué características tendrá mi inversionista…ese optimismo a que el amor aún es un negocio rentable me llena de esperanza —aquella que aún yo muerto, vivirá—. Alguna vez leí que la vida no te da lo que quieres, sino lo que necesitas. Y tal vez queremos a un cliente perfecto para nuestro corazón —el valioso artículo— en este preciso instante…pero puede ser que el MEJOR, el que necesitamos, llegue por su cuenta, a su tiempo y con pluma en mano para cerrar el trato…entonces, la inversión al “changarro” habrá valido totalmente la pena.